Mi amigo Nar es de esos que, a fuerza de perseguir un sueño, ha terminado pareciéndose a los fantasmas que los habitan. Siempre ha querido ser actor y, aunque cualquiera diría que está lejos de lograrlo, es innegable que parece un gánster en blanco y negro. Hasta hoy, su mayor éxito es haber participado como extra en Airbag. Él estaba apoyado en la barra mientras Manuel Manquiña decía aquello del «conceto» que tan famoso se hizo. El director suprimió la toma en la que se le veía.
—Peor son ésos cuya corta vida se narra en la lápida de su tumba.
Lo dijo con el convencimiento de un feligrés. Acababa de enterarse y, acodados a la barra de El Hormigón, luchábamos por conseguir una buena borrachera, barata, a ser posible.
Yo no era de la misma opinión, los hay que no tienen ni lápida, pero no me gusta contradecir a Nar, le aprecio tanto que no deseo que se cuestione lo relativo de su fracaso; todos necesitamos estar seguros de algo.
En realidad no se llama Nar, se llama Bernardo. Hace años, una noche, le pregunté por qué el diminutivo.
—¿Conoces a algún actor de Hollywood que se llame Bernardo?
A punto estuve de decirle que actores no, pero que ahí estaba Bernardo Bertolucci, pero ya saben, no me gusta contradecir a Nar, así que apuré el güisqui y mantuve el silencio hasta que él le pidió a Fran otros dos y que los apuntara en su cuenta, porque no le gusta que siempre le invite. Para que Fran pueda seguir fiándole, la cuenta la pago yo cada fin de mes.
Supongo que la barra de El Hormigón es el hogar más cálido que los dos tendremos nunca y nuestro cielo el ámbar de un vaso con varios iceberg nadando dentro. Allí, hace un rato, Nar ha sacado un cigarrillo, se lo ha encajado en la comisura de los labios y lo ha encendido con un gesto tan elegante que en otro lugar le hubieran amputado el brazo por atentar contra la salud pública. Luego, mientras con el humo dibujaba la silueta de Marilyn, me ha confesado que estaba triste.
—Me han dado un papel, con diálogo.
—¿Por qué leche estás triste entonces?
—Es un problema genético, siento nostalgia de este bar incluso sin haber cruzado la puerta, echo de menos a la mujer amada mientras estoy haciendo el amor con ella. Me da vergüenza ser un fracasado, pero, el día que me falte esa tristeza, me moriré de éxito
No he sabido qué contestarle.
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